sábado, 11 de agosto de 2018

De vuelta a casa



En nuestro parón estival de vez en cuando nos encontramos con reflexiones dignas de compartir con todos vosotros. Es muy probable que aquel que nunca haya participado de una experiencia como esta pueda llegar a empatizar del todo con lo que os dejamos a continuación, pero que sepáis que ninguna de esas palabras es menos sincera que la posterior. El esfuerzo de todo esto sabes que ha merecido la pena cuando tienes la suerte de ver crecer a personas como las que se esconden detrás de estas bellas palabras y que además saben perfectamente qué es eso de "remar su propia canoa".

Lo que empieza siendo un intento de evasión de las circunstancias que nos da la vida; termina haciéndome saber cuál es mi lugar, qué es lo que quiero y porqué lo quiero.
Y es que dos semanas aislado del mundo, dan para mucho. Escultismo, naturaleza, convivencia, lealtad, compañerismo a punta pala. Moratones, arañazos y cansancio son solo "heridas de guerra de un campamento perfecto".
Cuando tienes la sensación de que el tiempo no pasa, pero las horas corren más rápido que nunca antes, no hay preocupación que valga.
Cada segundo, cada momento vivido, cada lugar explorado; se recuerda como el mejor segundo, el mejor momento o el mejor lugar.
Si solo pretendiéramos volar sobre seguro, nunca alzaríamos el vuelo; arriesga, pierde y aprende. Y es que, en dos semanas aislado del mundo, tienes que arriesgar, con la responsabilidad que eso conlleva.
De este campamento me quedo con todo. Nada se hace cuesta arriba cuando te rodeas de gente de la que no puedes pedir más, yo, que siempre estoy exigiendo; con la que compartes los mismos valores y experiencias.
Gente que vendrá y gente que se irá, pero estaremos nosotros, fieles a nuestras ideas y transmitiendo lo que habéis enseñado, que es mucho. Y enseñar a enseñar no debe de ser tarea fácil. Ahora soy yo la que está a un paso de eso y en mí no hay preocupación alguna, sino inquietud por hacerlo con los que lo he compartido todo.
Me siento plena y orgullosa, es admirable lo que ha cambiado en mí éste nuestro grupo.
Y sabes que todo es real cuando llegas después de dos semanas y ya echas de menos todo aquello.
Porque lobatos, troperos, pioneros y rovers, se sigan ilusionando con su promesa; por volver a casa con los pies negros; por las emociones; por despertarnos muchos años más con esa mítica canción; por los buenas noches; por las marchas interminables; por seguir cargando el camión; por ese día en el que todos nos sentimos indios de verdad; por mojarnos y llenarnos de barro hasta las cejas; por reír, jugar, cantar y bailar; por los accidentes en la cocina; por construir la parcela que nos acogerá esos días; por la ilusión del amigo invisible; y por supuesto, porque sigamos juntos como la familia que decimos ser.